Sarcoidosis

Es una enfermedad más común de lo que pueda parecer por la rareza de su nombre. Su causa es desconocida. No es una enfermedad hereditaria, aunque sí hay casos de familias en las que se da más de una caso, lo que sugiere que debe haber factores genéticos que favorecen el desarrollo de la enfermedad.

Es una enfermedad inflamatoria, no tumoral, con un pronóstico generalmente muy bueno. Por causas desconocidas se produce una reacción inflamatoria que en términos médicos se llama GRANULOMATOSA. Consiste en la formación de pequeñas acumulaciones esféricas de células inflamatorias en los tejidos afectados. Estas acumulaciones de células son las que van a producir los síntomas y los signos de la enfermedad.

La sarcoidosis puede afectar cualquier órgano del cuerpo, aunque lo más común es que afecte los ganglios linfáticos, sobre todo los situados en la cavidad torácica, y los pulmones. Cuando solo afecta los ganglios linfáticos, que por cierto es la forma más común de la enfermedad, no produce ningún síntoma. En este caso la enfermedad se suele diagnosticar por casualidad al hacer una radiografía de tórax y ver que los ganglios linfáticos junto a los pulmones son más grandes de lo normal. Esto es lo que se conoce como ADENOPATÍAS. En este tipo de Sarcoidosis no es preciso administrar ningún tipo de tratamiento.

Además de los ganglios, puede producirse inflamación granulomatosa en los pulmones y otros órganos. Dependiendo del órgano afectado y de la intensidad de la inflamación, aparecerán las diferentes manifestaciones de la enfermedad.

El segundo órgano más frecuentemente afectado después de los ganglios, es el pulmón. La inflamación del pulmón se puede ver en una radiografía de tórax y da lugar a dificultad respiratoria y tos. Estos síntomas pueden acompañarse de otros síntomas como fiebre, malestar general y sensación de cansancio.

La piel puede afectarse con lesiones de diferentes características. En los ojos se puede producir desde una conjuntivitis hasta pérdida de visión por inflamación de la retina. Afortunadamente, la inflamación ocular, al igual que la cardiaca y neurológica, es menos frecuente.

El DIAGNÓSTICO de la sarcoidosis se suele sospechar con la presentación clínica y con una simple radiografía de tórax. No obstante, al haber presentaciones muy variadas y no tan comunes, es preciso hacer otras pruebas diagnósticas. La más importantes suele ser, además de unos análisis de sangre, un TAC (escáner) de tórax y abdomen. Aunque el diagnóstico se puede sopechar con estas pruebas, es necesario en una gran mayoría de las ocasiones obtener tejido mediante una biopsia de uno de los órganos afectados. Las biopsias se pueden obtener por vías diferentes y con técnicas diversas. Puesto que la enfermedad afecta sobre todo a pulmones y ganglios de la cavidad torácica, quizás la prueba más frecuentemente utilizada para obtener una biopsia sea LA BRONCOSCOPIA. Esta prueba consiste en introducir por la vía aérea superior (nariz o cavidad oral) un tubo fino con luz y cámara de vídeo en el extremo, hasta las vías aéreas inferiores (bronquios). Aquí se pueden obtener biopsias de los ganglios que están junto a la traquea y los bronquios, o del mismo pulmón.

El TRATAMIENTO consiste fundamentalmente en el antiiflamatorio más potente que existe, que es la cortisona. Pero como el tratamiento tiene efectos secundarios importantes y la enfermedad, en general, tiene un buen pronóstico sin tratamiento alguno, solo se recurre a la cortisona cuando le enfermedad afecta a órganos vitales (ojos, corazón, sistema nervioso), o cuando la afectación de otros órganos es muy severa (pulmones, hígado, etc).

El PRONÓSTICO es muy bueno en la gran mayoría de los pacientes. En un 70% de los casos aproximadamente, la enfermedad se resuelve espontaneamente sin tratamiento alguno. En el resto es preciso tratar con buena respuesta en la mayoría.

EPOC, enfisema

La EPOC, o enfermedad pulmonar obstructiva crónica, es una de las causas más frecuentes de muerte prematura, pero también es de las enfermedades más desconocidas por el público en general. Como las demás enfermedades que lideran la clasificación de causas más frecuentes de muerte (es decir, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer de pulmón), la EPOC está causada por el consumo de cigarrillos. En países asiáticos y, en menor medida, en Occidente, hay un porcentaje pequeño de pacientes con EPOC que nunca han fumado y que deben su enfermedad a alguna anormalidad genética, a asma severo persistente o a la exposición a tóxicos inhalados medioambientales (humo de leña, carbón etc).
En esta enfermedad se produce una obstrucción progresiva del árbol bronquial resultando en una dificultad respiratoria que va empeorando con el tiempo. En pacientes con un grado severo de la enfermedad el intercambio de oxígeno entre el aire respirado y la sangre se encuentra muy limitado, llegando a situaciones nada infrecuentes en las que se necesita tratamiento con oxígeno suplementario para sobrevivir.
La EPOC se puede manifestar de dos formas. Una en el que la alteración principal se encuentra en los bronquios, causando tos y expectoración crónicas. Este cuadro se denomina bronquitis crónica. El otro tipo de EPOC es el enfisema. A diferencia de la bronquitis crónica, el daño no se produce en los bronquios sino directamente en los alveolos pulmonares. Éstos, que son como celdillas de un panal de abejas, se van destruyendo generándose celdas más grandes y menos eficaces en su función principal (poner en contacto el aire inspirado con la sangre de los capilares para que se produzca el intercambio de oxígeno). Aunque no dañe los bronquios, también causa obstrucción en ellos. Esto es debido a que los bronquios se mantienen abiertos gracias a las fuerzas elásticas del tejido pulmonar que tira hacia fuera de sus paredes. Al destruirse el tejido pulmonar, se reducen estas fuerzas elásticas y, como consecuencia, se cierran los bronquios.
Sólo existe una forma de prevenir la enfermedad: evitar la exposición al humo del tabaco. Una vez establecida la EPOC, seguir fumando es como echar gasolina al fuego. La enfermedad avanza inexorablemente. Un problema a tener en cuenta es que, como tenemos más tejido pulmonar del que necesitamos para llevar una vida normal, hasta que no se reduce la función de forma muy significativa un fuamdor puede que no lo note. Y cuando comienzan a manifestarse los síntomas puede ser ya tarde. Desgraciadamente, un porcentaje considerable de pacientes con EPOC ven como su enfermedad progresa pese a abandonar el hábito tabáquico.
Acabo con un dato adicional importante. Tener EPOC, y más aún si es del tipo enfisema, aumenta considerablemente el riesgo de padecer un cáncer de pulmón.